Carnet de mujer
Escribo pensando en las chicas colegiales. Ha pasado el 8 de marzo y la prensa y las redes se han llenado de información sobre el “feminismo”. Hay de todo y de todas y todos. No me extraña que con tantas opiniones, los tutores pidan a sus estudiantes el carnet de mujer para saber a qué atenerse.
Una “Escuela de empoderamiento para mujeres” propone capacitación en el “quehacer”, desde astrología a risoterapia, pasando por la gestión política.
Pero como dijo Gemma Lienas “el feminismo no puede ser a la vez A y no A”. Queda claro el poder de convocatoria, pero no queda claro el “feminismo”. Sandra Barnada reflexiona: “Mi madre, que se ha dedicado toda la vida al hogar, al cuidado de sus cuatro hijos y ahora de su marido –ya jubilado–, se queja de que no representa nada…en el “feminismo”. No entiendo por qué no se les otorga una dignidad a quienes lo han dado todo por la familia.”
Rosa, en una alumna “educada”. Gracias a las telenovelas y con la ayuda del espejo, aprendió a comportarse como mujer. De noche reza para que se dé el milagro de ser considerada por el grupo de chicos.
El tutor del curso de Rosa comparte los desafíos de la coeducación y no quiere pasar por conservador, pero tampoco sabe qué responder a esas chicas adolescentes que reclaman igualdad, diferencia y respeto en Educación Física.
En el Chat GPT están los miles de textos escritos sobre feminismo, he estado tentado en pedir respuesta a la IA. ¿Qué pensará Rosa y sus compañeras? ¿Tan difícil resulta ser feminista? El equilibrio está en dar valor a todas las partes para evitar abusos en nombre del feminismo.
Marine Serre, modista innovadora, dice: «Si cambiamos el modo en que nos vestimos podemos lograr que cambien muchas más cosas. Hay que aprender a crear con piezas viejas que adquieren nueva vida en manos de las nuevas generaciones.”
El feminismo, no requiere carnet, pues es una tela clásica que adquiere formas insospechadas con el carisma de manos nuevas.
Javier Herrán Gómez
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