El sabor de la paciencia

Tener paciencia y lograr que la sonrisa trasmita, suavice crispaciones y elimine polarizaciones, es una conquista de la humanidad según Ramón María del Valle-Inclán. Puede no crear devoción ni lealtad, pero crea simpatía, que es la condición imprescindible para aprender con serenidad en la clase y eliminar el estrés.

¿Qué tiene que ver la caligrafía en las relaciones personales? La escritura caligráfica limpia y suelta, favorece la identificación del autor y predispone a atender lo que se escribe. Se trata de leer con placer lo que fue escrito con esfuerzo. El abuelo recuerda sus cartas con pulso insuperable y con paciencia para pensar en lo que se escribe y gozar de la escritura. Alabamos la escritura a mano por encarnar tantas virtudes que el mundo hoy deplora, pero que siguen siendo necesarias para ese mismo mundo. En años del “lo quiero todo y lo quiero ahora” no viene mal recordar el sabor de la paciencia.

Como a la caligrafía, también la educación básica está dejando de lado lo que Aristóteles llamaba el sentido común. Para restaurar el equilibrio roto por la velocidad de la tecnología utilizada en la enseñanza es necesario recuperar el sentido común: retomar prácticas que aportan un legítimo respiro y conceden el lujo de disfrutar con paciencia la complejidad de la vida.

La paciencia lleva a recuperar en la educación, adjetivos como: buena, alegre, hospitalaria y feliz, junto a sustantivos que conviene llevar siempre en el equipaje: inquietud, curiosidad, gratitud e infancia. El estrés educativo se convierte en sonrisa social involucrando en la docencia vínculos afectivos que sumergen el interés en soluciones más que en el frio análisis de la problemática global.

En una época de satisfacciones instantáneas no viene mal recordar el vínculo entre las cosas hechas con paciencia y las cosas bien hechas. Frente a los resultados inmediatos, la educación nos asegura que vale la pena la paciencia que exige todo nuestro esfuerzo y nuestro tiempo, y que motivar la sonrisa es el mejor resultado de la lógica matemática.

 

Javier Herrán Gómez

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